7.9.12Denuncian indígenas kumiai abusos del Ejército en Juntas de Nejí y La Huerta
Convoca sexta reunión del CNI a adherentes de la
otra campaña de Tijuana y Ensenada
Denuncian indígenas kumiai abusos del Ejército en Juntas
de Nejí y La Huerta
Participantes en el congreso envían misiva a la Defensa
Nacional y al secretario de la ONU
Rosa Rojas
Enviada
Periódico La Jornada
Viernes 7 de septiembre de 2012, p. 40
Juntas de Nejí, Tecate, BC., 6 de septiembre. Torturas,
secuestros, robos, golpes y toda clase de abusos de autoridad cometidos por
elementos del Ejército Mexicano denunciaron aquí indígenas kumiai de esta
comunidad y de La Huerta durante la sexta reunión del Congreso Nacional
Indígena (CNI) del Noroeste.
El congreso convocó, durante el fin de semana, a unas 50 personas,
entre integrantes de las comunidades kumiai mencionadas, además de la de San
José de la Zorra, municipio de Ensenada, representantes del pueblo purépecha de
Michoacán y miembros de colectivos zapatistas adherentes a la otra
campañade Tijuana y Ensenada, así como de Los Ángeles y San Diego: estos
estadunidenses se solidarizan con las causas de los pueblos indígenas
mexicanos.
Juntas de Nejí es una comunidad aislada y abandonada. Se
ubica a unos 90 kilómetros de Tijuana por la carretera a Tecate –de los cuales
20 son de terracería en mal estado.
Sin agua potable, electricidad ni escuela desde hace 14
años, ha sufrido históricamente, como las otras comunidades kumiai, el despojo
de sus tierras, lo cual se ha acelerado después de que una telenovela puso en
el ojo del público la ruta del vino –cercana sobre todo a la de San
Antonio Necua, que tiene un serio problema con la vitivinícola L.A Cetto– y el
Valle de Guadalupe, donde se asienta San José de la Zorra, relataron las y los
anfitriones.
Haciendo un gran esfuerzo, porque aún no se reponen
del ataque que sufrieron el 30 de julio por la incursión de unos 45
soldados en su comunidad, integrantes de La Huerta, municipio de Ensenada, que
suplicaron no mencionar sus nombres, contaron la experiencia más impactante que
han vivido de las múltiples ocasiones en que los militares han incursionado en
su comunidad, para realizar revisiones de rutina en las que a veces
se llevaban dinero o hasta las máquinas de rasurar de los señores, o
para buscar armas, como fue en la última ocasión.
Eran como las 10 de la noche. La mayor parte de los 180
habitantes de La Huerta –entre hombres, mujeres y niños– estaba en sus casas
durmiendo. Entraron dos camionetas Cheyenne con números de
identificación 33050 y 33051 y unapick up blanca, sin placas ni
logotipo, conducida por hombres vestidos de negro y encapuchados: nosotros
pensamos que son paramilitares.
Una de las mujeres relató que los soldados entraron a su
casa sin orden de cateo; la encandilaron, poniéndole la luz de una linterna de
gran potencia en los ojos y le apoyaron una pistola en la frente, delante de
sus hijos.
“Cuando el ejército llega a una casa donde estaba una mujer
sola con dos niños pequeños, ella tenía una cadena con candado en la reja. Los
soldados llegan con una cizalla y cortan la cadena.
“–¿Por qué se meten?” –preguntó ella.
“–Porque sí” –le responden.
“–¿Qué buscan?”
“–Revisión de rutina.”
“Ella les dice que sabe que hay derechos humanos, qué dónde
está la orden para que entren. Ellos responden que eso les vale.
“A un joven lo golpearon con la cacha de una pistola en la
cara, dejándolo bañado en sangre. A otro –de 32 años– lo golpearon, lo
amarraron y se lo llevaron secuestrado. A una joven la golpearon con la culata
de un rifle. A una anciana le pegaron y la jaloneaban mientras uno a otro le
gritaba: ‘chíngatelas, chíngatelas’. Nosotros entendemos que era para que nos dispararan.”
A un señor, que tiene una tienda, “le robaron el dinero que
había juntado para resurtirla.
“Cuando se llevaban al compañero unas mujeres le gritaron
que lo iban a encontrar adonde se lo llevaran. Cuando pudimos, llamamos a
emergencia del municipio, porque nadie tenía crédito en su celular. Les dijimos
que nos había atacado el Ejército, mandaron una patrulla municipal que llegó
cuando ya se habían ido los soldados, y se llevaron al muchacho. Bajamos a la
delegación municipal (de Ensenada) a pedir la certificación de los compañeros
que estaban más golpeados, pero no había médico para certificar su estado. En
la barandilla pusimos la denuncia sobre el compañero que se llevaron.
“Los soldados que se llevaron al joven le preguntaron:
‘quiénes son las que salieron y te gritaron”, él contestó que eran sus
familiares –en La Huerta todos somos algo familia–, ellos dijeron: ‘Pinches,
indios, por eso nunca les podemos hacer nada. Calma a tu gente, y si denuncian
vamos a regresar; los vamos a matar a todos. Te vamos a agarrar y te va a
cargar la chingada’.
“Decidimos hacer la denuncia pública, a pesar de que estamos
amenazados. No la hicimos al día siguiente porque no teníamos ánimo, pero
después una compañera solidaria nos pasó crédito al celular y llamamos para
denunciar en los medios. Después fuimos a la (delegación de la) CNDH (Comisión
Nacional de los Derechos Humanos) a Ensenada a denunciar y fue a La Huerta
gente de la cuarta visitaduría a recoger testimonios.
“No es la primera vez que hacen abuso de poder los
militares. Otro día también entraron al pueblo, nunca supimos qué buscaban, se
llevaron a un hombre y cuando lo entregaron a la Procuraduría General de la
República (PGR) lo entregan con droga.
Ahora la gente está muy atemorizada; los niños no pueden
dormir de noche, se quedan despiertos y duermen de día, están muy asustados.
Incluso han ido gentes solidarias a acampar con nosotros para acompañarnos.
Entregamos una carta al presidente municipal para que tengamos más seguridad,
porque esta situación es insoportable. Antes pensábamos que el Ejército
Mexicano era para servir, ahora vemos que es para reprimir y atemorizar y
robar. También nos robaron nuestra paz, manifestaron angustiados.
En el congreso, el Movimiento contra el Alza de los
Energéticos y la Carestía, de Ensenada, leyó una carta dirigida al secretario
general de Naciones Unidas, Ban Ki-moon, y al secretario de la Defensa Nacional
denunciando los hechos anteriores y exigiendo que el Ejército regrese a sus
comunidades.
Colectivos e individuos de la otra campaña en
Tijuana señalaron que la agresión ocurrió casualmente en la víspera
de que Felipe Calderón estuviera en Valle de Guadalupe, apoyando a los
vitivinicultores bajacalifornianos y felicitando al general de la segunda zona
militar, Gilberto Landeros Briseño, así como a las tropas militares por su
desempeño en la entidad”.
Por su parte, integrantes de la comunidad de Juntas de Nejí
denunciaron lo ocurrido hace tres años, cuando uno de los jóvenes fue
torturaron delante de sus hijos, dispararon un arma cerca de su oído,
ensordeciéndolo, mientras el soldado le decía: ¿Ves esta bala? Me costó 15
pesos: eso es lo que vale tu vida.
El joven se fue de la comunidad. Ya no vive aquí. Los
soldados han seguido viniendo de cuando en cuando a esculcar.
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